sábado, 12 de septiembre de 2009

FAX PRIVADO

Miércoles 9 de Septiembre de 2009
*LOS POLÍTICOS ANTE UNA REFLEXIÓN INELUDIBLE

Cambiarlo todo para que todo siga igual”, consignaba el personaje principal de la célebre novela “El gatopardo”, de Giuseppe Tommaso di Lampedusa.

“Calderón: cambios para que nada cambie” se tituló nuestra entrega de ayer.

Y es que hay que decir las cosas tal y como las vemos.

El cambio en la PGR (está por verse que el senado apruebe la propuesta felipeana de Arturo Chavez Chavez, un funcionario menor muy cuestionado a lo largo de su carrera) es sólo la sustitución de un funcionario de categoría, Eduardo Medina Mora, por uno francamente mediocre: el tal Chavez Chavez.

Y en Sagarpa es exactamente lo mismo pero peor: Francisco Javier Mayorga le entregó la titularidad de la Sagarpa a Alberto Cárdenas, y ahora este se la devuelve.

Si esto no se llama atole con el dedo para el lunetario, pues dígame usted como débese nombrársele.

O sea: los cambios en la PGR y en la Sagarpa no son tales: son sustituciones para que todo siga (dis)funcionando igual en esta dependencia. Y para que la PGR quede bajo la influencia directa del titular de Seguridad Pública, Genaro García Luna.

Lo grave de este asunto es la flagrante contradicción en que incurre el presidente Calderón respecto a los cambios que reclamó en su evento del pasado martes 2 de octubre.

Ayer mismo me decía Juan José Rodrigues Prats que ese discurso de Calderón había sido autocrítico, y que su propuesta de cambiar diametralmente las estrategias del gobierno y enderezar el rumbo del país era sincera.

Pues con todo respeto para la opinión de mi amigo Juan José, Calderón se desmiente a si mismo al realizar esos cambios cosméticos que, en los hechos, no le agregan más capacidad a sus gabinete ni le informan a la opinión pública nacional de que el presidente se haya creído su propio discurso de que la necesidad de hacer cambios, reformas y transformaciones inaplazables en todos los ámbitos del quehacer nacional.

Los escépticos dijimos que el del 2 de septiembre era un buen discurso pero que para que de las palabras se pasara a los hechos, haría falta un poco de gracia y otra cosita…

UNA MEDITACIÓN IMPERATIVA

Aquí en Tabasco, aún con los corazones adoloridos y con la conciencia clara que el terrible asesinato de Pepe Fuentes y su familia deja secuelas profundas que se prolongarán en el tiempo, no es menester seguir adelante.

Y en lo que a la política se refiere pues no se puede hacer excepción.

Los partidos y sus candidatos han retomado las campañas, que en realidad están arrancando apenas ahora.

Si en algo debe servirles a los políticos el sacrificio de Pepe Fuentes y su familia es para asumir una meditación que, creo, no pueden rehuir.

Se trata de que se pregunten hasta donde la canalla política ha contribuido a ahondar la crisis moral de la sociedad -y la sociedad la conformamos todos- que es el transfondo de esos espeluznantes fenómenos de agresividad al prójimo, de perdida total de los mínimos inhibidores de conductas antisociales.

La política y los políticos no pueden ser ajenos a esa profunda reflexión a la que nos obliga a todos la tragedia lacerante que aún nos acongoja.

Aquí en Tabasco la política, al menos por parte de eso que llamamos oposición –y me refiero específicamente a dirigentes y líderes del PRD, ha sido llevada hasta los más hondo concebible de la degradación.

La falacia, el insulto, la descalificación, la vileza, el escarnio, la calumnia, el desprecio y el odio por el otro, por el de enfrente, el nihilismo, la rabia, han sido recursos preferidos de no pocos personajes de la política estatal. Ya dije mayormente de qué bando.

Y no es que defienda a los otros, a los priístas a los panistas y demás; pero estos no han llevado la cretinización y el acanallamiento de la política al grado que lo han hecho algunos redentores vestidos de amarillo.

Ahí están, se les puede ver ahora, tratando de manchar con sus rabia babeante, el lúgubre acontecimiento que nos va a doler a todos durante mucho tiempo.

NO: la política y los políticos -unos mucho más que otros, no son exentos de responsabilidad en la crisis moral que nos aqueja.

Al contrario, han contribuido, y mucho en ello.

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